A veces, cuando sientes que te has perdido en el camino, lo aconsejable es volver atrás, recordar quién eres, quien fuiste, qué querías, qué buscabas y de qué eras capaz. Eso te devuelve la seguridad de que eres una buena persona, te reenfoca en lo importante: hacer las cosas de manera correcta, amar, inspirar amor, esforzarte porque sabes que las cosas buenas en la vida, todas ellas, requieren esfuerzo.
A veces, es bueno mirarte en el pasado, ver que no has cambiado mucho, que la esencia sigue allí a pesar de los adornos y los oropeles que te hacen desviar la atención de lo importante.
A veces, es bueno deambular tempranito en la mañana, con un frío que hace que tu corazón despierte, por los lugares de hace años y encontrarte con alguien de esa época que no te recuerda (es lo de menos, lo que Dios quiere provocar al ponerte a esa persona allí es que TÚ recuerdes) y sacarte una foto en el mismo lugar de hace 6 años para ver que no cambiaste, que sigues siendo la persona linda, inteligente, con un gran corazón, con muchas cosas por definir y con toda la capacidad para amar.
A veces, esos tiempos íntimos contigo misma te hacen ver claro y vuelves a ser, ante todo, esa persona sencilla que reconoce las prioridades importantes en la vida.
A veces, es bueno parar y asegurarte que tú sigues allí en el camino de tu vida, que no te has quedado atrás.
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